- Paula, vení por favor
Paula se levantó de su asiento y se dirigió solícita a mi encuentro. Es una excelente persona y una más que eficiente colaboradora. Ya habrá tiempo para hablar de ella y contarles su historia. Por lo pronto, y sin importarle la hora avanzada, estaba de pie, junto a la puerta de mi consultorio, acudiendo a mi llamado.
- Gracias por haberte quedado, Paula. Quiero que sepas que era imprescindible que estuvieses aquí, de otro modo sabes que te hubiese permitido que te marchases.
- No tiene por que preocuparse doctor. Usted sabe que está todo más que bien.
- No es eso lo que me preocupa. Me aflige que voy a tener que retenerte un tiempito más, pero no puedo irme a mi casa en estas condiciones.
- No entiendo, doctor. ¿Qué le sucede? ¿En que puedo ayudarle?
- En lo que me has venido ayudando todo este tiempo, BABIEKA
Todos los músculos del cuerpo de Paula se tensaron. Su mirada se clavó en un punto cualquiera delante de sus ojos y por unos segundos quedó inmóvil, atacada por imperceptibles contracciones musculares. Luego su cuerpo comenzó a relajarse mientras la expresión de su rostro comenzaba a mutar. La mirada sumisa, serena y respetuosa que acompañaba a Paula en todo momento se iba transformando en una mirada felina y cargada de seducción. Sus labios comenzaban a dibujar una tenue sonrisa excitante y su cuerpo se erguía adoptando la parada de una top model. Lentamente comenzó a caminar hacia el privado que yo tenía en mi consultorio con un andar provocativo, balanceando sugestivamente sus caderas y acompañando el movimiento sensual de una cola que yo sabía que era perfecta. Al tiempo que entraba en el privado, con una mano comenzaba a liberar su negro pelo lacio que mantenía retenido con hebillas en forma de pequeño rodete.
Respiré profundamente tratando de relajarme. La excitación que me invadía era muy grande. Por unos instantes cerré los ojos y la imagen de la Sra. Torenstein, dormida, con su expresión de entrega en el rostro, y el pelo recién cortado en capas flotando más allá de la altura de sus hombros ocupó todos mis pensamientos. Volví a la realidad cuando escuché el sonido de la puerta del privado al abrirse.
Paula, en realidad ya no era Paula, salía nuevamente con su andar felino y provocador. Pero esta vez su corto pelo negro, hasta la base del cuello, caía libremente mostrando un flequillo perfectamente recortado a la altura de sus cejas. Llevaba un maquillaje discreto pero altamente sugerente y su mirada y su boca ligeramente entreabierta eran una invitación a perderse en la lujuria. Lucía un cat suit de latex negro como única indumentaria, más allá de sus zapatos de taco alto al tono. Por adelante, el cat suit estaba asegurado por una cremallera que nacía en su pubis y finalizaba a la altura de unos senos que parecían a punto de explotar, unos pechos turgentes, perfectos y redondos, frutos de una de las tantas cirugías a las que se había sometido mi asistente, producto de mis caprichos y deseos. Por detrás, el cat suit era una pieza enteriza, desde la nuca hasta los talones, exhibiendo un cuerpo sublime, con formas y curvas que años de todo tipo de gimnasias modeladoras y alguna otra cirugía, habían llevado hasta la perfección. Las únicas partes del escultural cuerpo de Paula que no estaban cubiertas por el latex eran su rostro, la parte delantera del cuello, los cuartos interiores de sus pechos y sus manos. Y algo más, un par de orificios en la tela, uno a la altura de su totalmente depilada vagina y el otro frente a su orificio anal.
Paula se paró delante del escritorio, mantuvo recta su pierna derecha, inclinó ligeramente su pierna izquierda, flexionando la rodilla hacia adelante, levantó su hombro izquierdo, volcando suavemente su cuarpo hacia el lado opuesto, y con una voz sugerente y erotizante me dijo:
- Amo, estoy a su entera disposición.
La observé y la deseé como siempre. Después de todo era mi invención, era el producto de años y años de trabajo. Cada milímetro de su cuerpo estaba allí gracias a mi aprobación, lo que no me gustaba había sido extraído a base de ejercicios o de cirugías. Cada neurona de su mente funcionaba bajo mi absoluta voluntad. Era mi mascota, mi muñeca, mi sirvienta, mi esclava. O quizás no era nada. Era solo mi idealización de la mujer perfecta hecha carne y hueso. Quizás era un hada a la que podía hacer aparecer y desaparecer a mi antojo y en cualquier circunstancia.
Me puse de pie lentamente, observando el deseo y la excitación en su rostro. Cuando la tuve frente a mí, pasé mi mano entre su pelo, aferrando su nuca. Noté como se convulsionaba ligeramente su cuerpo. Había tenido el primer orgasmo. Hice presión ligeramente con mi mano hacia abajo y enseguida entendió el mensaje. Se puso de rodillas y bajó lentamente mis pantalones, liberando a mi miembro que ya hacía rato que intentaba perforar la tela. Lo tomó con la palma de su mano derecha y lo observó unos segundos. No me hizo falta mirarla. Conocía hasta el cansancio la expresión que se dibujaba en su rostro cuando tenía a mi miembro entre sus manos. La misma expresión que puede tener una persona que hace 3 días que no come y le presentan la comida de sus sueños ante sus ojos. Y como quien no quiere que el momento finalice nunca, lo llevó lentamente hacia su boca y comenzó a introducirlo despacio, cuidadosamente, saboreándolo y convulsionándose, ahora un poco más fuerte, producto de su segundo orgasmo.
Cerré los ojos e imaginé a la Sra. Torenstein frente a mí, en esa posición, con esa indumentaria y un potente chorro de semen se dirigió directamente a su garganta. Rápidamente lo sacó de su boca, con el sentimiento de culpa de quién provoca una eyaculación antes de tiempo, y el resto del semen que todavía seguía saliendo con intensidad de mi miembro cubrió parte de su cara. Me miró, con la mirada de culpa y miedo de una mascota cuando sabe que ha cometido una travesura. Pasé mis dedos por su cara, quitándole los restos de mi acabada y llevándolos hacia sus labios. Se desvivió por tragarlos, pasando la lengua como quien no quiere perderse ni una gota del elixir más sabroso. Me siguió observando, esperando el reto o el castigo. La miré con dulzura, apoyé mi mano sobre su cabeza, acariciando su pelo y le dije:
- Eres una buena chica, sigue por favor.
Su rostro, al instante, volvió a recuperar su aspecto felino y vampirezco. Comenzó a masajearme los testículos, sin descuidar mi miembro, un tanto fláxido pero dispuesto a presentar nuevamente batalla. Al cabo de unos instantes otra vez estaba rígido, ante sus manos y pistoneando enloquecidamente dentro de su boca. Cuando lo tuvo "a punto" levantó la mirada y me observó fijamente, a la espera de una orden. Con mi dedo índice le indiqué que se diera vuelta. Liberó su boca y suavemente se incorporó y se tendió sobre el escritorio, de espaldas a mí, aferrándose con sus manos al otro extremo, con las piernas abiertas y extendidas y los pies firmes en el piso. Su cintura, en el borde del escritorio, era el vértice de un angulo recto exacto entre su torso y sus piernas, lo cual hacía levantar las caderas, dejando su cola totalmente a mi merced, con el orificio posterior del catsuit frente a mis ojos, dilatado por la posición, como la puerta de entrada a su orificio anal.
La penetré violentamente y sin preocupaciones. Estaba condicionada a transformar el dolor en placer y lo demostraba con múltiples orgasmos. En cada embestida una imagen de la Sra. Torenstein se apoderaba de mis pensamientos: juntando sus dedos, juntando sus palmas, llevando el dedo hacia su frente, no pudiendo soportar el peso de sus párpados, vencida por el trance hipnótico. Recordé el tacto de mi mano sobre su cabello, recreé el aroma a peluquería que se desprendía de su pelo y acabé con furia y desesperación. Paula, atenta a mis reacciones y sintiendo el líquido vizcoso invadir su culo, comenzó a convulsionarse con espasmos violentos y tuvo su enésimo y más feroz orgasmo.
Le ordené que fuese nuevamente al privado, que se higienizase y que se volviese a poner el atuendo con el que antes se encontraba vestida. También le pedí que limpiase su cara de maquillaje y que se volviese a recoger el pelo. Mientras lo hacía, terminé de recoger algunas fichas del escritorio y a ponerlas en el lugar correspondiente de mi archivo. La última ficha que tuve entre mis manos fue la de Rebeca Torenstein. La miré unos segundos y la dejé sobre el escritorio. Cuando Paula salió del privado, todavía mantenía ese andar provocativo y esa expresión sugerente y sensual pero su indumentaria, su maquillaje y el arreglo de su pelo eran el de la asistente de un profesional. Le ordené que se sentase en su escritorio y que esperara mis órdenes. Caminó decididamente hacia su lugar de trabajo y se sentó, de espaldas a mí. Me senté yo también en mi lugar y le dije:
- Nuevamente tengo que sentirme orgulloso de mi creación, BABIEKA
No la pude ver porque se encontraba dándome la espalda pero adiviné que la expresión felina y provocadora de sus facciones comenzaban a transformarse en la apariencia sumisa y relajada de mi asistente. Noté otra vez las pequeñas contracciones musculares y supe que, una vez más, el proceso se había realizado.
- Paula, por favor, ven a buscar esta ficha y llevala a tu escritorio. Hay que darla de alta en la computadora y hacerle una carpeta para guardar su historia en mi archivo. Pero hazlo mañana, por favor, hoy se ha hecho demasiado tarde y no quiero retenerte más.
Paula se levantó y entró a al consultorio. Tomó la ficha de la Sra. Torenstein que yo le extendía sin mirarme a los ojos. Su expresión, como siempre, era de timidez, de respeto y devoción hacia mí y hacia lo que yo represento en el ambiente profesional, y por sobre todo de entrega y gratitud por poder estar al servicio de alguien tan prestigioso, algo que a ella y a su familia la colma de orgullo.
- Gracias Paula, no se que haría sin ti
Se sonrojó inmediatamente. Apenas levantó la vista y se enfrentó a mis ojos, la volvió a bajar rápidamente. Una sonrisa angelical y llena de devoción iluminó su cara.
- Por favor, doctor. Usted sabe que para mi es un placer...
Terapia de "Inducción por Vibración"
Hace 8 años
me gustan mucho tus relatos
ResponderEliminarMe encanta tu regreso hypnoman!!!! Sabes que soy una gran seguidora tuya,aunque apenas se de ti desde hace mucho tiempo...:(
ResponderEliminarPor cierto mi mail es chulitina_5@hotmail.com
Estare encantada en entablar contacto con personas con inquietudes afines a las mias.
Besines!!!!!
Cintia
Maestro, soy Rosa de Madrid y es siempre un placer leer sus relatos.
ResponderEliminarme encanta, me sorprendio ver la invitacion en mi correo despues de un tiempo, me encanta esta serie y la voy a seguir con ganas, quien pudiera tener esos poderes, un abrazo y animo de seguir.
ResponderEliminar